El sol se hunde como un zarzal ardiente. Las arrugas se anegan de polvo y sudor; siempre ha sido así. Las manos, callosas como troncos de roble, empujan la puerta de la cabaña, y ve como la mosquitera no sirve para nada. Lleva lustros rota y desvencijada. Su jornada en los campos de algodón ha acabado. Brownie busca en el rincón de siempre. Uno de los únicos cuatro rincones de su humilde morada, allí donde siempre le espera su guitarra, esperándole como una fiel amante, tan distinta de Louise. leer más